eMuseo del Sistema de Museos Virtuales

Terminología y música

Al toparnos con las pocas aclaraciones escritas, llama la atención la invención poética de términos a costa de la precisión en la sintaxis y hasta en la acentuación y en la ortografía. Uno no sabe si su terminología es tan deliberadamente extravagante como la de los físicos cuando acuden a los “quarks”, las “supercuerdas”, o la “teoría del todo”; y no se sabe hasta dónde el empleo del término eMuseo, o la terminología poco usual (si bien apoyada en sus definiciones), tengan impacto en la audiencia recibida. No obstante, los textos breves son necesarios para ayudarnos a contextualizar la manera en que los autores nos invitan a dialogar con la forma visual.
A mi juicio, el cuidado puesto en la selección de la música que acompaña discretamente a las imágenes, no está a la altura del cuidado puesto en la imagen. No basta acompañar logros visuales con logros de genios musicales, hace falta articularlos al menos con tanto esmero como aquí se articula imagen con imagen. Una colaboración con músicos interesados en la relación de las formas visuales con las formas musicales extendería los valores del eMuseo más allá de lo visual.

Los bárbaros de la interfaz

Aquí, hay que decirlo, la página incurre en deslices o rupturas “poéticas” que van en contra de las exigencias de los puristas de la interfaz pero, visto en plan positivo, implica un juego de descubrimiento que se va conociendo mediante la acción al aprender a interactuar con una interfaz cambiante; en su defensa, podríamos recordar que, a fin de cuentas, las lenguas vivas las hacen los hablantes, no los académicos de la lengua, e Internet es una lengua en construcción. Habrá que tomar en cuenta, no obstante, que los límites de nuestras rupturas individuales están delimitados por la asimilación o no de la cultura para incorporarlas como nuevo elemento de la lengua. En estas condiciones, los bárbaros de la interfaz (los que no tomamos cursos especializados en la materia, que somos casi todos) somos los representantes locales de los inventores de todas las lenguas del mundo. Por otro lado, los links añadidos son otra manera de decir: no estamos aislados en el mundo, pertenecemos a una cultura emergente que valora la creación colectiva por sobre la creación individual.

Pintor híbrido que traslada su sensibilidad del lienzo al monitor

Por cierto, esta página se presenta como un arte colectivo, actitud que coincide con las tendencias de la nueva cultura y su nueva tecnología, museo virtual donde por doquier se respira una atmósfera de pulcritud, de esmero, lugar donde se observan imágenes muy pensadas, muy cuidadas, incluso sutiles, donde la comunicación es una comunicación visual casi sin palabras… donde, sin embargo, se advierte la personalidad de un ¿pintor?: de Roberto Real (que aunque no parezca, es el menos joven del equipo) que se encuentra en el proceso de trasladar su sensibilidad adquirida en el lienzo a la pantalla digital. Queda claro, también que el equipo lleva largo tiempo trabajando, más que con entusiasmo, con la P en la frente (la P de la pasión) que los ha motivado a superar los desalientos con que tropiezan usualmente los proyectos universitarios.

Si de poéticas se trata

Dos modelos geométricos del mundo: una pequeña provocación para eMuseo

El mundo de los cuerpos simples: la geometría euclidiana

Dos milenios de creer en una geometría de lo casi inexistente


Cuando pasamos por la escuela nos enseñaron que los objetos naturales tienen de 0 a 3 dimensiones: 0 para el punto, 1 para la línea, 2 para el plano y 3 para el volumen. ¡No hay más! Es cierto, la geometría euclidiana nos proporcionó el alfabeto de los cuerpos simples: triángulo, cuadrado, círculo, cubo, esfera…, sólo que esta creencia es una mera idealización, ya que la inmensa mayoría de los objetos reales, ni caben en esta clasificación, ni se pueden dibujar con ayuda de regla y compás. ¡Buen método para medir lo (casi) inexistente!
Por añadidura, se entendió como geométrico a lo simple, y como “orgánico” o “amorfo” a lo complejo, como si existiera alguna cosa material en el mundo que careciera de forma. De hecho amorfo (sin forma) es un contrasentido, es un oxímoron, ya que nada que exista puede existir sin forma. Así, de la asociación cándida de lo geométrico con lo simple, se pasó a creer que sólo lo simple era geométrico, y de allí a una ideología: sólo lo simple está sujeto a ley. Aquí lo “amorfo” se percibe como el mal, como el error, como la negación provisional de lo legal, de lo justo, de lo exacto. Ratificando la creencia de la ciencia clásica, y creyendo que ésta era la única manera para describir, explicar y recrear el universo, construimos nuestro ideal de belleza sobre el paradigma de lo geométrico simple, que excluía sistemáticamente de su reino a las formas más interesantes de la naturaleza: montañas, cielos, ríos, organismos, cuerpos humanos… No es de extrañarse que, después de dos milenios y medio de existencia sea ésta la única geometría que mucha gente conoce, y que sea la única que rige en los talleres habituales de diseño (1). Quizá la idea subyacente estribe en la creencia que afirma que entender una forma compleja es reducirla a su mínima expresión, como se sospecha buscaban los trazados geométricos históricos de las obras de arte.
No obstante, de la ideología de la ciencia clásica: el mundo es simple y se describe mediante leyes simples, a la ideología de hoy: el mundo es complejo pero se puede describir mediante leyes simples (caos determinista, geometría fractal), hay un abismo en la concepción de la geometría de la forma. Así, a la frase de Einstein citada en eMuseo: “La mayor parte de las ideas fundamentales acerca de la naturaleza, son esencialmente sencillas y por regla general las ciencias las expresan a través de formas visuales comprensibles y memorables”(2), se puede contestar con otra, expresada por Mandelbrot: “La naturaleza es un fractal”, es decir, la naturaleza es algo extraordinariamente complejo pero generado mediante leyes simples.

La ciencia clásica y su temprano amor por lo simple y lo lineal

En estas condiciones, la idealizada pureza y perfección platónicas del mundo de la ciencia griega y, más tarde, de la revolución científica, incluidos Galileo, Kepler, y Newton, daban a todos la confianza en que el mundo era simple y se podría entender con leyes simples(3). El orden era la consecuencia de la ley, el desorden era su contrario y, por consiguiente, había que desterrarlo.
Por otro lado, para Platón y buena parte de los protagonistas de la revolución científica, en el mundo más allá de las apariencias, Dios equivalía al orden de lo simple, de lo bello y de lo predecible, y se manifestaba en la regularidad de las “formas puras”. Así, al menos desde Platón buscamos las formas simples, llamadas geométricas, por “divinas”, y desechamos las complejas, llamadas “orgánicas” y deformes, por imperfectas y alejadas del Gran Demiurgo. En los hechos, detrás del azar aparente, la ciencia clásica buscó los rastros del orden divino que creó al universo bajo el ideal de lo simple. Desde esta perspectiva, lo que llamamos complejidad, o desorden, no es más que orden enmascarado por el Creador para ponernos a prueba; el caos es la mentira forjada por la mera ignorancia; desenmascarar la oculta verdad es asomarnos al reflejo del esplendor divino. En última instancia, un buen descubrimiento es como una bella oración, y una buena teoría -al imponer un orden en la anarquía aparente- es una plegaria piadosa. En este sentido, en el campo de la arquitectura y del diseño, diseñar formas simples y ordenadas era como hablar con Dios, era allanar la distancia hacia el Creador, era acercarnos al cielo.

El mundo de los cuerpos complejos: la geometría fractal

Lo que sigue es como una provocación abierta a lo visto en eMuseo, aunque se que es sólo la primera parte de un proyecto más ambicioso que incluye, en sus etapas posteriores, el desafío de la geometría fractal.

La naturaleza es un fractal

Si durante los últimos 2 mil quinientos años la geometría euclidiana ignoró las formas complejas de la naturaleza animal, vegetal y mineral(4); si el sesgo lineal de sus modelos traicionaron la riqueza inagotable de la realidad(5); si fomentó la creencia de que toda forma irregular era una insurrección y un delito contra el orden del mundo(6); si las formas ayer llamadas patológicas, hoy son la expresión aceptada de un nuevo patrón de legalidad; si la geometría euclidiana al no poder describir lo complejo lo tildó de patológico, hoy la geometría fractal descubre su legalidad; si la esta última permite describir, simular, explicar, fenómenos y formas antes no aclarados o simplemente inexplicables; si los tiempos que vivimos ahora son como un renacimiento en el afán por el conocimiento de la forma verdadera (no la idealizada), entonces nos espera una redefinición del mundo de las formas y de sus procesos, nos espera un auténtico cambio de paradigma en la manera en que concebimos las formas del diseño.
Por ejemplo, el efecto holístico de autosimilitud, donde cada parte es un microcosmos del todo, emparenta la geometría fractal con el concepto de holograma(7), así como con el cuento del Aleph de Borges, donde ese punto (el Aleph) contiene en su interior a todo el universo. En esta emergente interpretación de la naturaleza, donde el sentido común se hace añicos, estamos obligados a reaprender el sentido de la realidad.
Dicho sea de paso, aclaramos que el deseo reiterado de lo simple en los estilos clásicos es tan humano y necesario como el deseo de lo barroco; sin discusión, uno y otro forman parte del alimento sensorial de nuestra condición humana, sólo que –hay que aclarar-, desde toda la historia hemos contado con una sola herramienta para diseñar: la herramienta de lo simple. No es sino ahora que nos empezamos a dar cuenta que los dados del diseño estaban cargados hacia lo clásico y ordenado, mientras que las herramientas geométricas para diseñar lo irregular y complejo (incluidos los brotes del barroco) estaban todavía por inventarse.

El arte fractal en la historia reflejado en eMuseo

Desde la era de los pictogramas y los petroglifos, con la aparición reiterada de grecas dentro de grecas, espirales que envuelven espirales, frisos y cosas similares, pasando por el arte mesoamericano, los mandalas tibetanos, los tratados budistas zen, y un larguísimo etcétera, se advierte la repetición incansable de motivos geométricos autosemejantes. Del pentágono de Durero (pentágonos dentro de pentágonos) a los teselados de Escher, y de la idea de lo clásico o de lo barroco de formas autosimilares en arquitectura, arte y artesanías, la cultura irrumpe espontánea y reiteradamente en lo fractal, aunque usualmente se trate sólo de sus primeras iteraciones.
De hecho, en eMuseo hay muchos ejemplos de formas que se repiten incansablemente (en esencia son fractales); la inmensa mayoría de sus imágenes participan de esta atmósfera aunque, para ello, prefieran adherirse a la sensibilidad minimalista de lo escueto. Dicho con más énfasis: avalando inconscientemente la idea de lo fractal, al menos al explorar sus primeras iteraciones, eMuseo pertenece a la poética de lo simple, de lo clásico, de lo apolíneo.

Ahora bien, a lo largo de la historia, hasta poco después del advenimiento de las computadoras, los artistas tenían que dibujarlo todo con el sudor de su mente y de sus manos;
Así y todo, buena parte del arte geométrico en la historia es arte vagamente fractal, sólo que hecho a mano y a “cerebro desnudo”, sin el auxilio de las computadoras;
Si dentro de los propósitos de las nuevas generaciones se encontrara también el deseo de construir formas a base de la variación de motivos repetitivos, ahora que contamos con la herramienta conceptual y tecnológica para lograrlo, ¿por qué no acudir a ella?
¿Por qué no intentamos generar nuevas sensibilidades para el diseño y el arte a partir de la geometría fractal, de manera similar a como logramos sensibilizarnos ayer para ser plenamente creativos con la geometría euclidiana?
Dicho sea de paso, la geometría fractal no desdeña las formas simples, de hecho nos permite crear con la misma facilidad tanto la estética de lo simple, lo clásico o lo apolíneo, como la estética de lo complejo, lo barroco o lo dionisiaco. Una vez hecha esta distinción, debemos enfatizar que la geometría fractal nos ofrece también la posibilidad de aventurarnos por primera vez en la región de lo verdaderamente complejo, lo ultrabarroco, lo “orgánico”, o lo antes llamado “amorfo”.
Esta posibilidad se advierte de inmediato en las imágenes de paisajes (véase figuras 1 y 2).

Es más que una ecuación, pero no es ni pintura ni foto; es un lápiz sabio

De las figuras 1 y 2 podemos observar que la forma fractal es algo más que una ecuación, pero no es una pintura ni es una fotografía; es una manera cultural emergente para dibujar una estrella de David o para representar un paisaje real, para diseñar lo simple o para diseñar lo irremediablemente complejo.
En este caso, el artista no está solo; en cada decisión lo acompaña el conocimiento acumulado de genios de las matemáticas del siglo XIX, matemáticos actuales, informáticos, geólogos, botánicos, fotógrafos, artistas plásticos… Aquí el artista concibe en la mente, se apoya en el saber de los expertos y realiza con manos tecnológicas. Visto en positivo, es un lápiz sabio, un lápiz que cuando dibuja toma en cuenta el conocimiento de los diversos especialistas involucrados. De esta suerte, si la fotografía sólo ve, y la mano yerra, el fractal promete hacer visible el saber.
Ahora bien, si el pintor y el fractalero pueden mentir o pueden inventar mundos inexistentes cuanto quieran, la fotografía no puede; si el pintor es sumamente lento y su grado de realismo es limitado, la fotografía y el fractal son tan rápidos y realistas como se quiera; si el pintor es caro e incapaz de repetir otra obra exactamente igual, la fotografía es barata (si no se toman en cuenta los costos de desplazamiento a las locaciones correspondientes), pero el fractal es mucho más barato ya que, salvo que se quiera imprimir, no tiene gastos de consumibles, además de que, tomando de la Red los planos topográficos del lugar escogido (archivos .DEM) no tiene que moverse de la silla (no precisa de gastos transporte ni de viáticos); en principio, fotografía y fractal pueden repetir tantas copias idénticas como se quiera. No obstante, es claro que las habilidades y la estrategia de un artista fractal son diferentes a las de un pintor o a las de un fotógrafo. Para el pintor y el fotógrafo la historia ya les encontró un nicho en la cultura, para el artista fractal ese nicho está en vías de crearse. En cuanto a aportaciones culturales, la geometría fractal promete ser mañana tan revolucionaria como lo fue ayer la fotografía. En resumen, si la fotografía está condenada a reproducir alguna imagen de lo real, la geometría fractal la inventa a partir de los parámetros dados al programa. Pero, insistimos, con la geometría fractal se puede “dibujar” instantáneamente ese mundo de lo complejo que la geometría euclidiana dejó fuera de sus límites.


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