Ing. Luis Alonso Martínez Perdomo
Hagamos un viaje imaginario para trasladar nuestra actividad diaria hacia 2000 años atrás de la era cristiana. Una vez ubicados virtualmente en esa época, preguntémonos: ¿cómo nos desplazaríamos de un lugar a otro? (no hay vehículos automotores ni mecánicos todavía), ¿cómo nos comunicaríamos? (sin teléfono ni fax disponibles), ¿cómo conseguiríamos la información? (si aún no hay libros que consultar), ¿qué medios de entretenimiento utilizaríamos? (si no está disponible la TV ni la radio). Claro está que, tendríamos que adaptarnos a los medios y herramientas disponibles, es decir, a la tecnología de la época, lo cual afectaría nuestro estilo de vida.
La tecnología, entendida como conocimiento aplicado, es un típico producto de la actividad humana, coincidiendo en su origen con el del hombre mismo y acompañándolo en su evolución. Así tenemos como a lo largo de la historia la tecnología ha ido facilitando los medios para el trabajo del hombre: la aplicación del fuego, las herramientas de piedra y la invención de la rueda, son algunas de las primeras aplicaciones tecnológicas desarrolladas en los tres primeros milenios antes de Cristo. Posteriormente aparece la máquina de vapor que dio paso a la revolución industrial, que en el siglo XVIII cambió radicalmente el modo de vida de los individuos y el orden económico de la sociedad. Ya en 1770, el alemán Johan Beckmann, define a la tecnología como “la forma de realizar los trabajos, sus consecuencias económicas y sus fundamentos científicos”. Existen dos enfoques acerca de la visión de la tecnología:
Los Tecnófilos, quienes defienden el uso y promueven el desarrollo de la tecnología.
Los Tecnófobos, quienes son los detractores del desarrollo tecnológico y plantean sus temores sobre los posibles riesgos de una sociedad marcadamente “tecnologizada”.
Lo cierto es que al margen de cualquier enfoque, es una realidad meridiana que el desarrollo tecnológico actual impacta tremendamente al ser humano, influyendo en su “estilo de vida”. Hoy en día la tecnología afecta al ciudadano común en las siguientes actividades:
En sus medios de transporte: vehículos automotores, bicicletas, aeroplanos
En sus medios de comunicación: teléfono fijo y móvil, fax, correo electrónico
En su productividad profesional: la Computadora y el software disponible sus medios de acceso a la información: la Internet y las bibliotecas electrónicas
En sus medios de entretenimiento: televisión, cable, videocasete, música en CDs, radio, etc.
Está claro también, que la tecnología ha traído enormes beneficios a la humanidad no sólo en su actividad familiar, social y laboral, sino también en campos especializados tales como: educación, medicina, industria, producción de alimentos, ingeniería genética, comunicaciones satelitales, etc. Sin embargo, también se debe señalar, que otro campo en donde se ha desarrollado la tecnología es en la producción de armas sofisticadas (nucleares, químicas y biológicas) que producen efectos de destrucción desbastadores y cambian el estilo de hacer las guerras. Hay que agregar que ciertos estamentos de la sociedad han creado amplios debates sobre el uso y abuso de la tecnología. Algunos de estos temas de debate son:
“La tecnología es alienante”
“La tecnología deshumaniza a las personas”
“La tecnología es un instrumento de dominación”
“La tecnología puede coadyuvar a la autodestrucción de la raza humana”
Ya sean fundados o infundados los anteriores esquemas de pensamiento, se puede afirmar que la tecnología es un “medio” y no un “fin” en sí mismo, por lo tanto, dependiendo del uso que se haga de ella, así será el resultado bueno o malo de dicha acción. Recordemos que el sueco Alfred Nobel inventó la dinamita con el propósito de que se aplicara para el bien común; sin embargo, “otras mentes” desviaron el objetivo original de su creador. En síntesis, podemos concluir que la tecnología es una herramienta que facilita la actividad humana en todos los ordenes; también que la tecnología no es un fin sino un medio y finalmente que nuestro estilo de vida está influenciado por la tecnología disponible hoy, y de la que dispondremos en el futuro.
Ing. Luis Alonso Martínez Perdomo.
Decano de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Francisco Gaviria El Salvador
http://www.asimei.org.sv/revista.asp
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