Jorge Ricardo Ponte
investigador del Conicet CCT Mendoza
Unidiversidad
https://www.unidiversidad.com.ar/el-sistema-de-acequias-y-arboleda-urbana-como-patrimonio-cultural
La Mendoza de las acequias, resultado de un largo desarrollo histórico particular, ha devenido en un modelo urbano e hídrico exitoso. De allí que el ancho de sus calles, la existencia de acequias callejeras que bordean sus veredas y de árboles de hojas caducas flanqueando sus calzadas, no sólo haya servido de orientación para la propia expansión de la ciudad sobre el suburbio agrícola, sino que constituye el modelo del resto de las ciudades de la provincia de la cual Mendoza es la capital. Incluso fue el modelo de referencia de su vecina San Juan luego de su terremoto de 1944.
El sistema hídrico mendocino de canales y acequias tiene su origen en la cultura huarpe prexistente a la llegada de los conquistadores españoles a mediados del siglo XVI. Tiene también vinculación cultural e histórica con el Imperio Inca que tuvo, precisamente, en la actual Mendoza su punto más austral.
El canal Jarillar (o Jarillal) a cielo abierto, paralelo a la avenida Boulogne Sur Mer. Foto: Ricardo Ponte.
La función primigenia de las acequias y canales de Mendoza fue la de proveer de agua potable a las casas de la joven ciudad y también para el riego de patios y huertas familiares. Esta situación se extendió hacia el suburbio agrícola circundante.
Durante más de trescientos años las acequias tuvieron esas funciones. A partir de 1872 se rediseñó el sistema, proponiéndose el método actual de cunetas paralelas a la calzada. Con el arribo del sistema de agua potable por cañerías a partir de 1876, la función de proveer agua potable a los lotes de la ciudad posterremoto se fue haciendo innecesaria.
Por ello, al ver que existían acequias en la Ciudad Nueva se pensó en aprovecharlas para regar árboles que se plantaron a su vera a partir de 1876, no como erróneamente se cree, que las acequias aparecieron para regar la novedosa arboleda callejera.
Por si hiciera falta recordarlo, la Mendoza colonial careció de árboles en sus calles. Había, sí, árboles frutales en el interior de los predios y en las huertas familiares. La aparición de la arboleda fue uno de los hallazgos de la urbanidad mendocina de fines del siglo XIX.
Mendoza sería un caso único de ciudad con acequias urbanas, aparte del sistema de acequias rurales, modelo que sí existe en otros lugares del mundo con cultura de oasis.
Las acequias mendocinas, y la arboleda callejera que le es complementaria, por su carácter excepcional y la necesidad de protegerla, constituyen un bien cultural, no sólo de la República Argentina, sino de toda la comunidad internacional. Mendoza podría ser la ciudad argentina patrimonio cultural de la humanidad precisamente por sus acequias, su centenario sistema hídrico y el ecosistema que ambos conforman. Su estrecha vinculación con los aspectos económicos no desmerece su consideración patrimonial.
Pero, más allá de todo lo que pueda significar el reconocimiento internacional, debemos preservarlo y conservarlo por nosotros mismos. De eso se trata el patrimonio: de lo que heredamos de nuestros padres, de lo que legaremos a nuestros hijos.
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