CIAM, descansa en paz. El nacimiento del Team 10

CIAM, descansa en paz. El nacimiento del Team 10

El Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) fue una organización fundamental en la consolidación del Movimiento Moderno en arquitectura. Fundado en 1928 en La Sarraz y disuelto en 1959, el CIAM funcionó como un laboratorio de ideas en el que arquitectos de diversas nacionalidades discutieron y promovieron principios fundamentales de la arquitectura y el urbanismo modernos. A lo largo de su existencia, la organización celebró once congresos en diferentes ciudades de Europa, estableciendo directrices que influirían de manera significativa en la práctica arquitectónica y urbanística del siglo XX.

Desde su fundación hasta su disolución, los CIAM atravesaron tres fases diferenciadas, según la clasificación del historiador Kenneth Frampton. La primera fase, que abarca desde 1928 hasta 1933, estuvo marcada por un fuerte carácter doctrinario y una orientación hacia la vivienda mínima (Existenzminimum). En estos años, los debates estuvieron dominados por arquitectos de habla alemana como Ernst May y Walter Gropius, muchos de ellos vinculados a ideologías socialistas. Se enfatizó la optimización de los recursos, la industrialización de los sistemas constructivos y la planificación colectiva del suelo. Asimismo, se exploraron estrategias para la construcción de viviendas con las mejores condiciones posibles dentro de los límites del espacio y los recursos disponibles.

La segunda fase, que se extiende desde 1933 hasta 1947, estuvo liderada por Le Corbusier y marcó un giro hacia el urbanismo. El IV CIAM, celebrado en 1933, resultó especialmente relevante por la formulación de los principios que posteriormente serían recogidos en la Carta de Atenas, un documento que sintetizaba la visión urbanística del Movimiento Moderno. La zonificación funcional propuesta en este texto, que establecía la separación rígida entre las funciones de residencia, trabajo, circulación y ocio mediante cinturones verdes, se convirtió en un modelo dominante en el urbanismo del siglo XX. Sin embargo, críticos como Van Ham han señalado el carácter dogmático y genérico de la Carta de Atenas, argumentando que su implementación contribuyó a la fragmentación del tejido urbano y a la pérdida de cohesión social en las ciudades.

En esta segunda etapa, el CIAM también se distanció progresivamente de las propuestas socialistas más radicales. Aunque el funcionalismo siguió siendo la directriz principal, la organización comenzó a inclinarse hacia un enfoque más pragmático, consolidando un modelo de vivienda basado en los principios de Le Corbusier. La propuesta de grandes bloques habitacionales elevados sobre pilotes, rodeados de áreas verdes, se convirtió en la solución preferida, aunque su imposición como paradigma hegemónico generó críticas respecto a la uniformidad y la falta de adaptación a contextos socioculturales específicos.

La tercera fase, que inicia en 1947 con el VI CIAM en Bridgewater, marcó un punto de inflexión en la organización. En un intento por superar la rigidez de la ciudad funcional, los CIAM redefinieron sus objetivos para incluir aspectos emocionales y materiales en la planificación urbana. En este congreso, se adoptó la declaración que establecía como meta la creación de un entorno físico que no solo satisficiera las necesidades materiales de las personas, sino que también estimulase su crecimiento espiritual. La noción de espiritualidad en este contexto no se refería a cuestiones religiosas, sino a valores inmateriales que enriquecieran la experiencia humana en el entorno construido.

En este periodo, surgieron críticas al énfasis excesivo en la racionalización técnica y la mecanización de la vida urbana. Van Eyck, por ejemplo, reprochó a los CIAM su énfasis en la “civilización de la máquina” e instó a recuperar la imaginación y la dimensión humana en la arquitectura. Este cambio de paradigma se reflejó en el VIII CIAM en Hoddesdon (1951), cuyo lema, “El corazón de la ciudad”, estuvo basado en un libro de Josep Lluís Sert. A partir de este momento, el debate se orientó hacia la integración de valores simbólicos y emocionales en la arquitectura, alejándose del determinismo funcionalista de las primeras décadas del movimiento.

El cuestionamiento del racionalismo extremo del Movimiento Moderno estuvo influenciado por la difusión de estas ideas en contextos culturales ajenos a Europa. Un ejemplo ilustrativo fue la problemática habitacional en el norte de África durante los años 40 y 50. En Marruecos, el crecimiento descontrolado de asentamientos informales, conocidos como bidonvilles, puso en evidencia las limitaciones del modelo urbanístico promovido por los CIAM. La dificultad para adaptar los principios modernistas a realidades socioeconómicas diversas llevó a una revisión crítica de los postulados originales, generando tensiones dentro de la organización.

Finalmente, estas divergencias ideológicas y metodológicas condujeron a la disolución del CIAM en 1959. La rigidez de sus principios y la incapacidad para responder a las complejidades del urbanismo contemporáneo propiciaron la aparición de nuevas corrientes arquitectónicas, como las promovidas por el Team 10, que abogaban por una arquitectura más contextual y sensible a las necesidades sociales. La historia del CIAM ilustra, en última instancia, la evolución del Movimiento Moderno y su tránsito desde una visión utópica y racionalista hacia enfoques más flexibles y humanizados en la arquitectura y el urbanismo.

El crecimiento descontrolado de asentamientos informales en Casablanca a mediados del siglo XX evidenció una crisis habitacional derivada del proceso de urbanización y las condiciones coloniales impuestas por Francia en Marruecos. En respuesta a esta problemática, el urbanista Michel Ecochard, en su rol dentro del protectorado francés, propuso la construcción de grandes proyectos de vivienda en la periferia de Casablanca. Estas iniciativas se orientaron a grupos sociales predefinidos y, en algunos casos, reemplazaron los poblados chabolistas mediante una malla de parcelas de 8 por 8 metros, en las que se dispusieron viviendas con una configuración básica que incluía dos habitaciones, cocina, baño y patio.

Dicha planificación estuvo claramente influenciada por la arquitectura tradicional del norte de África, particularmente por las medinas marroquíes y sus casas patio, caracterizadas por su densidad y organización espacial compacta. La ejecución de estas intervenciones estuvo a cargo del grupo Gamma, cuyo nombre hace referencia a una asociación de arquitectos modernos en Marruecos. Entre los proyectos más representativos de este desarrollo urbano se encuentran tres edificios diseñados por Georges Candilis y Shadrach Woods, conocidos como los complejos Atbat, denominados popularmente “nidos de abejas” debido a su morfología modular y repetitiva.

El diseño de estos complejos, desarrollado por Candilis y Woods, posteriormente miembros del Team 10, introdujo una organización espacial innovadora al incorporar patios en altura. A diferencia de los espacios interiores convencionales, estos patios elevados funcionaban como áreas exteriores compartidas, dispuestas en una estructura escalonada que permitía el acceso a la ventilación y la luz natural. La concepción de estos espacios responde a un análisis detallado de las condiciones socioculturales de los habitantes, quienes, al provenir de entornos rurales, estaban acostumbrados a viviendas con contacto directo con el suelo. Así, la estrategia arquitectónica no se basó en un ideal abstracto de habitabilidad, sino en una adaptación concreta a las necesidades y costumbres de los futuros residentes.

Estos proyectos de la década de 1950 representaron una innovación significativa en el diseño residencial, no solo por su adaptación al contexto climático y cultural del norte de África, sino también por la metodología aplicada en su concepción. Los arquitectos realizaron estudios etnográficos sobre la vida en las kasbahs marroquíes, estableciendo una base empírica para sus propuestas. De este modo, la innovación en estos complejos no surgió exclusivamente de la creatividad individual ni del avance técnico en materiales, sino de una interpretación rigurosa del entorno social y cultural.

Cabe señalar que los complejos Atbat no fueron los únicos proyectos donde la arquitectura se vio transformada por las particularidades locales. En Argelia, entre 1953 y 1957, Fernand Pouillon desarrolló un ambicioso proyecto basado en una gran estructura rectangular destinada a alojar a la población desplazada, configurando un entorno reconocible para sus habitantes. Sin embargo, la evolución de estas obras en el tiempo sugiere ciertas limitaciones en la implementación de sus conceptos iniciales. En muchos casos, los espacios exteriores diseñados originalmente para la convivencia terminaron siendo cerrados y absorbidos por las viviendas, lo que pone en cuestión la viabilidad de estas estrategias a largo plazo.

El impacto de estos proyectos trascendió el contexto norteafricano y se reflejó en la arquitectura europea posterior a la Segunda Guerra Mundial. Un ejemplo de ello son las viviendas Tuscolano en Roma, diseñadas por Adalberto Libera, cuyo planteamiento evidencia la influencia de las investigaciones realizadas en Marruecos y Argelia. Además, las propuestas desarrolladas en el norte de África fueron presentadas en el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) de Aix-en-Provence en 1953, a través de la revista “L’Architecture d’Aujourd’hui”, lo que contribuyó a su difusión y reconocimiento dentro del discurso arquitectónico de la época.

La arquitectura, en su esencia, es un concepto complejo y en constante redefinición. En este contexto, se inscribe el análisis de los asentamientos informales como espacios urbanos de gran vitalidad, lejos de la percepción tradicional que los asocia con la marginalidad y la disfunción. Un caso paradigmático es el estudio realizado sobre la Vidombille Mayedine, un asentamiento informal en Argel, que se abordó no como una manifestación degradante de la ciudad, sino como una estructura urbana con dinámicas propias, creativas y dignas, aunque en condiciones de precariedad económica.

El grupo que llevó a cabo esta investigación planteó que el análisis de estos asentamientos podía constituir una fuente de inspiración para nuevas estrategias de planificación urbana y arquitectónica. En este sentido, el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) de 1953 resultó fundamental al presentar diversas propuestas que cuestionaban los modelos urbanísticos establecidos. Entre ellas, la malla residencial de Gama en Marruecos, basada en una estructura modular de 8×8, surgió como una reinterpretación del tejido urbano tradicional de la región. Paralelamente, las viviendas “ad bat” de Candilis y Butz representaban una adaptación al clima y a las necesidades de sus habitantes, en una clara apuesta por una arquitectura contextualizada.

Junto a estas propuestas, el estudio del asentamiento informal en Argel reveló el potencial transformador de estas estructuras urbanas anónimas, capaces de cuestionar y reformular los principios arquitectónicos convencionales. La manera en que estos proyectos fueron presentados en el congreso respondía a un formato estandarizado desarrollado en el estudio de Le Corbusier, donde se organizaban en función de categorías preestablecidas.

Además de los casos del norte de África, el congreso de 1953 también incorporó la propuesta de los Smithson con su “Urban Re-Identification Grid” (malla de reidentificación urbana). Inspirados en las imágenes de Nigel Henderson, los Smithson analizaron el entorno urbano del Cinturón Industrial de Londres, estableciendo un paralelismo con la favela de Argel como fuente de inspiración para nuevas estrategias urbanísticas. A diferencia de las categorías funcionales tradicionales propuestas por la Carta de Atenas (vivienda, trabajo, circulación y recreación), los Smithson propusieron un modelo fenomenológico basado en escalas urbanas interconectadas: casa (house), calle (street), barrio (district) y ciudad.

En esta propuesta, la fragmentación funcional de la ciudad se disolvía en favor de una estructura más integrada, donde las distintas funciones coexistían en cada una de las escalas definidas. Este enfoque también se manifestó en su proyecto “Golden Lane”, en el que se reinterpreta la vida urbana de las ciudades tradicionales mediante la superposición de nuevas infraestructuras, como las “streets in the air” (calles en el aire). Estas vías elevadas, con dimensiones más generosas que los corredores convencionales, no reemplazaban el trazado urbano preexistente, sino que lo complementaban, generando un diálogo entre lo nuevo y lo viejo.

El congreso de 1953 representó un punto de inflexión en la historia del urbanismo moderno. Por un lado, se consolidaron nuevas estrategias arquitectónicas derivadas del análisis de asentamientos informales y estructuras urbanas preexistentes. Por otro, la joven generación encabezada por Alison y Peter Smithson, junto con Aldo Van Eyck, formuló una crítica contundente a las cuatro categorías funcionales de la Carta de Atenas. Este cuestionamiento marcó el inicio de un proceso de revisión de los principios del Movimiento Moderno, anticipando la crisis de los CIAM y la emergencia de nuevas corrientes arquitectónicas más sensibles a las dinámicas sociales y espaciales de la ciudad contemporánea.

Lejos de proponer una alternativa basada en nuevas reglas abstractas, arquitectos como los Smithson, Van Eyck, Baquema, Candilis, Woods y Giancarlo De Carlo buscaron establecer principios estructurales que rigieran el crecimiento urbano. En oposición al modelo simplificado de los CIAM, que reducía la ciudad a cuatro funciones, estos arquitectos plantearon una configuración más compleja, capaz de responder a la necesidad de identidad que no había sido satisfecha en las New Towns.

Para desarrollar estas nuevas propuestas urbanísticas, recurrieron a investigaciones sociológicas y etnográficas, como las realizadas en África, con el fin de cuestionar el enfoque universalista predominante en los congresos anteriores. En su crítica al informe de los CIAM, destacaban que si bien el ser humano puede identificarse fácilmente con su propio hogar, no ocurre lo mismo con la ciudad en la que habita. La pertenencia es una necesidad emocional fundamental, y de ella deriva el sentido de vecindad. En este sentido, las calles cortas y angostas fomentan dicho sentimiento, mientras que las remodelaciones espaciales modernas, con su énfasis en la amplitud y la escala monumental, suelen fracasar en este aspecto.

En este contexto, emergió un grupo de jóvenes arquitectos que posteriormente sería conocido como Team 10. Su nombre proviene del hecho de que fueron responsables de la organización del décimo Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, celebrado en 1956. Su principal objetivo era rechazar por completo el racionalismo de la ciudad funcional, proponiendo, en cambio, una relación más precisa entre la forma física y las necesidades socio-psicológicas de los habitantes.

A pesar de los intentos de los miembros veteranos de los CIAM por persuadir a Team 10 para que renovaran los congresos desde dentro, en 1959 los jóvenes arquitectos consideraron que la estructura organizativa había quedado obsoleta. En consecuencia, declararon unilateralmente la disolución de los CIAM. Un boceto de Le Corbusier ilustra esta transición generacional: en la imagen, se representa a las figuras mayores en la base, sobre cuyos hombros se apoyan los jóvenes de Team 10, quienes pretendían transformar la arquitectura desde una nueva perspectiva. El propio Le Corbusier reconoció que la nueva generación era la única capaz de comprender los problemas arquitectónicos contemporáneos con una visión renovada.

En cuanto a los integrantes de Team 10 y sus obras, diversos enfoques permiten analizar su contribución. Mientras que una posibilidad sería presentar individualmente a arquitectos como Peter y Alison Smithson, Van Eyck o Baquema, otra perspectiva más enriquecedora es la que proponen Dirk van den Heuvel y Max Rieselada. En sus estudios, las obras no se presentan de manera aislada, sino interrelacionadas, tal como fueron concebidas y debatidas en las reuniones del grupo. Estas reuniones, alejadas del formato tradicional de congreso y de la presencia mediática, consistían en encuentros en los que un grupo reducido de arquitectos compartía y discutía sus proyectos, en un ambiente similar al de una crítica académica, pero con la participación de figuras influyentes como Van Eyck y los Smithson.

El carácter informal de estas reuniones se encuentra documentado en diversas publicaciones de Alison Smithson, quien actuó como cronista del grupo. Las tres primeras reuniones de Team 10 pueden considerarse la continuidad de los últimos congresos de los CIAM, mientras que las posteriores se desarrollaron de manera independiente. La escala reducida de estos encuentros facilitaba un tipo de discusión más profunda, centrada en proyectos específicos y en la interacción directa entre los participantes, lo que contrastaba con la estructura rígida y universalista de los congresos internacionales anteriores.

Se propone un análisis cronológico de las reuniones y proyectos presentados por el grupo Team 10, con el objetivo de identificar relaciones conceptuales entre las distintas propuestas arquitectónicas. La primera reunión que puede considerarse como un punto de partida del Team 10 es el FIAM 10, un evento organizado directamente por el grupo, donde se consolidó una fuerte crítica a los principios funcionalistas promovidos por los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM). En este contexto, resulta fundamental examinar los proyectos que los arquitectos jóvenes del Team 10 presentaron en el congreso, los cuales marcaron su posición dentro de la denominada tercera generación del Movimiento Moderno.

Para este análisis, se contrastan los proyectos expuestos con las ideas recogidas en dos revistas influyentes: Le Cahier Bleu, publicada en Helsinki por Blomstedt, y Forum, una revista holandesa editada por Van Eyck y Bakema. Ambas publicaciones reflejan los planteamientos teóricos del Team 10 y proporcionan una base crítica para la interpretación de sus propuestas.

Uno de los proyectos clave es el presentado en la reunión de Dubrony en 1956 por Van der Broek y Bakema, una propuesta urbana para el distrito de Alexander Potler en Róterdam. Se observa una evolución desde un esquema aditivo basado en la repetición modular de elementos cuadrados hacia una configuración en la que se agrupan seis grandes unidades, cada una con variaciones internas. La estructura resultante combina viviendas en hilera, casas de baja altura y torres, representando la primera aplicación del concepto de “grupo visual”, desarrollado por Bakema.

El “grupo visual” responde a la necesidad de garantizar una orientación clara dentro del tejido urbano y fortalecer la identidad del habitante con su entorno. Las primeras propuestas para Alexander Potler replicaban el modelo de las New Towns, caracterizado por una distribución funcionalista ortodoxa: las áreas de comercio y servicios se concentraban en el centro, mientras que las viviendas se ubicaban en la periferia. Sin embargo, en la evolución posterior se observa una organización más articulada, en la que cada unidad cuenta con elementos distintivos de identificación visual, principalmente torres, facilitando la orientación y el sentido de pertenencia.

Esta estrategia ilustra un principio fundamental del Team 10: la búsqueda de estructuras formales de gran escala en contraposición a un enfoque meramente aditivo. En este contexto, Bakema introduce una tipología de vivienda mixta dentro de cada grupo, evitando la segregación de clases sociales y promoviendo una mayor diversidad dentro de la comunidad. No obstante, en propuestas posteriores, la reiteración de estos grupos a gran escala acaba reproduciendo las limitaciones de los esquemas funcionalistas previos.

Por otro lado, en el congreso de 1956, Van Eyck presentó una serie de intervenciones urbanas enfocadas en la recuperación de espacios vacantes en Ámsterdam, principalmente parcelas resultantes de la destrucción provocada por la Segunda Guerra Mundial. A través de la creación de aproximadamente 750 parques infantiles, Van Eyck propuso un modelo de intervención a pequeña escala que reconciliaba al niño con la ciudad.

Esta iniciativa responde a otra característica central del pensamiento del Team 10: la adaptación sutil del entorno construido a las necesidades contemporáneas mediante estrategias de mínima alteración. A diferencia de los grandes manifiestos o de proyectos urbanos de escala totalizadora, la propuesta de Van Eyck demuestra una sensibilidad hacia la transformación progresiva del tejido urbano. La distribución de estos parques en la ciudad permitió reajustar la trama urbana existente sin imponer estructuras rígidas, en consonancia con la visión de que una ciudad debe estar diseñada para todos sus habitantes, incluidos los niños.

En la misma línea, Van Eyck presentó un proyecto urbano para el asentamiento de Nagele, concebido para albergar a la población trasladada a los nuevos polders en los Países Bajos. La planificación de Nagele responde a los principios del Team 10, integrando el entorno construido con la geografía del lugar y adoptando una estructura urbana flexible y humanizada.

En conjunto, las propuestas analizadas reflejan una ruptura con los postulados del CIAM y una redefinición de la arquitectura moderna en términos de identidad, pertenencia y adaptación contextual. A través de una crítica a los modelos urbanísticos funcionalistas, el Team 10 promovió una arquitectura que respondiera a la escala humana y a las dinámicas sociales, estableciendo una base teórica y proyectual que influiría en el desarrollo de la arquitectura contemporánea.

En el proyecto de Nagele, Aldo van Eyck propone una estrategia urbana que se aparta de los principios aditivos convencionales. En lugar de fragmentar el tejido urbano mediante la acumulación de elementos individuales, plantea una gran forma o megastructura que organiza integralmente la ciudad. Esta estrategia se materializa en una barrera verde que rodea la urbe, funcionando no solo como un elemento de protección ante las condiciones climáticas adversas del polder, sino también como un dispositivo de estructuración espacial. A diferencia del modelo tradicional, en el que los espacios abiertos suelen localizarse en la periferia, Van Eyck sitúa un gran parque central que alberga los principales equipamientos colectivos, tales como iglesias y escuelas. Esta disposición permite que cada habitante se relacione tanto con el espacio central como con la barrera exterior, estableciendo así una diferenciación clara en la experiencia del lugar.

El propio Van Eyck diseñó las escuelas primarias del centro de Nagele, lo que refuerza su visión integradora de la planificación urbana. Posteriormente, en 1959, durante el último Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) celebrado en Otterloo, se escenifica la disolución definitiva del movimiento moderno tal como había sido concebido en sus inicios. Este congreso, documentado en una publicación de Oscar Newman, reúne a arquitectos de relevancia internacional como Ernesto Nathan Rogers, Kenzo Tange, Fernando Távora y Louis Kahn. Los proyectos presentados en esta ocasión evidencian la distancia que separa a la tercera generación de arquitectos del CIAM y al Team 10 de los principios defendidos por los fundadores del movimiento moderno.

Las propuestas exhibidas en Otterloo, entre las que destacan la Torre Velasca, los apartamentos de Giancarlo De Carlo y los complejos residenciales de Coderch, solo pueden comprenderse desde una perspectiva crítica con respecto a los postulados del modernismo de entreguerras. Estas obras representan un giro hacia una arquitectura de posguerra que cuestiona los dogmas funcionalistas y busca nuevas formas de aproximación al entorno urbano. Mientras los arquitectos veteranos del CIAM debatían sobre el futuro del movimiento, la joven generación del Team 10 escenificaba la muerte simbólica de los CIAM, sellando así su acta de defunción.

Durante este congreso, Van Eyck presenta por primera vez el orfanato de Ámsterdam, obra en la que se materializa la reconciliación entre estrategias aditivas y principios organizativos centralizados. Este proyecto, altamente valorado por figuras como Louis Kahn, sintetiza la idea de que la totalidad arquitectónica puede encontrarse en cada una de sus partes, y viceversa. Se concibe como un sistema de espacios intermedios que combina la escala humana con una estructura general reconocible, visible en la modulación y cubiertas abovedadas del edificio. Su relevancia trasciende lo individual, influyendo en la producción futura del Grupo Tinten.

En la misma línea, Ralph Erskine presenta en Otterloo el proyecto Ecological Arctic Town, concebido para las regiones más septentrionales de Europa. Esta propuesta comparte ciertas similitudes con la intervención de Van Eyck en Nagele, al estructurar la ciudad a partir de una megastructura capaz de responder a las condiciones climáticas extremas, aunque adaptada a un contexto cultural y geográfico distinto.

Por otro lado, los Smithson presentan su propuesta para el barrio Hauptstadt en Berlín, caracterizada por la superposición de una estructura geométrica de bandas verticales y horizontales sobre el trazado urbano existente. En este caso, la intervención introduce un nivel peatonal elevado que reconfigura la relación entre los espacios de movilidad y la estructura urbana. La preocupación de los Smithson por la movilidad queda patente en este proyecto, así como en sus estudios fotográficos sobre la percepción del entorno urbano desde el interior de los vehículos, reflejados en una de sus publicaciones más representativas.

El Congreso de Otterloo, más que una simple reunión académica, marca el cierre definitivo de una etapa en la historia de la arquitectura moderna. Los proyectos presentados demuestran un distanciamiento crítico con los principios del funcionalismo y evidencian la búsqueda de nuevas estrategias arquitectónicas más adaptadas a las realidades contemporáneas.

Para los Smithson, uno de los aspectos fundamentales a considerar en el diseño urbano es la permanencia de la red de circulación, tanto peatonal como rodada, mientras que los edificios, por el contrario, deberían ser más susceptibles a cambios rápidos y continuos. Esto queda claro en su propuesta de Berlín, donde presentan una plataforma peatonal fija que se superpone a una trama existente. A partir de esta base, los edificios se irían construyendo según las necesidades del momento. Esta idea contrasta radicalmente con la visión de Van Eyck, quien no enfatiza tanto la flexibilidad de las estructuras, sino la importancia de que estas funcionen eficientemente para su propósito, en lo que se podría ver como una “lucha” conceptual entre Le Corbusier y Mies van der Rohe. En el caso de los Smithson, también es importante destacar su respeto por la trama urbana existente, ya que no proponen su destrucción, sino la integración de nuevos elementos que adapten lo preexistente a las necesidades contemporáneas.

La flexibilidad se revela como un concepto crucial dentro del contexto de la posguerra, especialmente para arquitectos como Candilis, Josic y Boots. En su propuesta para la ampliación del centro urbano de Banyols, destacan por definir bandas fijas de servicios e instalaciones, dejando el resto del espacio libre para que los habitantes lo adapten según sus necesidades. Esta flexibilidad, vista a través de sus plantas, refleja una de las principales inquietudes de la época: la creación de espacios que puedan responder a un mundo en constante cambio. En este sentido, su enfoque es radicalmente diferente al de las soluciones más rígidas o fijas propuestas en momentos anteriores.

Un proyecto paralelo presentado en la misma reunión del Team Ten, la ampliación de la galería Zacheta por Oscar y Sofía Hansen, sigue una línea similar, con la creación de un perímetro fijo que alberga toda la estructura, los servicios y las comunicaciones, mientras que el interior queda libre y adaptable, con plataformas móviles que responden a las necesidades cambiantes del museo. Esta flexibilidad de los espacios interiores, definida por una estructura externa constante, recuerda a la propuesta de los Smithson en Berlín, en la que una megastructura fija serviría como base sobre la cual todo lo demás podría modificarse y reorganizarse de acuerdo con las necesidades emergentes.

A lo largo de estas propuestas, se pone de manifiesto una tendencia común en la arquitectura de la época: la creación de estructuras que sean flexibles, pero que también definan de manera clara los elementos que deben permanecer inalterables, como los núcleos de circulación, los servicios o la estructura básica. Esta actitud se observa también en el Movimiento Metabolista y en las utopías urbanas del grupo Archigram, cuyos proyectos a menudo se basaban en la idea de una infraestructura que pudiera adaptarse continuamente.

En la reunión de Londres de 1961, los Smithson presentan una propuesta urbana que refleja una evolución de esta idea, estructurada por fases. Aquí, la ciudad se expande de forma orgánica, con zonas residenciales que crecen a medida que lo hace el núcleo urbano. Los tres tipos de vivienda propuestos, en hilera, en bloque y en crescent, son recurrentes en varios de sus proyectos y responden a un enfoque dinámico del desarrollo urbano.

Sin embargo, quizás el proyecto más significativo de la reunión es el presentado por Candilis-Josic-Boots para Bilbao. En este proyecto, se introduce por primera vez el concepto de STEM, teorizado por Woods, que representa una alternativa al concepto tradicional de calle. El STEM se constituye como un eje lineal que organiza toda la intervención, funcionando tanto como espacio comercial como peatonal. Este eje lineal no solo estructura la ciudad, sino que también permite su expansión futura de forma flexible, ya que la ciudad podría crecer simplemente extendiendo este eje y añadiendo nuevos edificios a su alrededor. Este enfoque marca un giro significativo hacia una concepción más fluida y dinámica de la ciudad, que refleja una creciente voluntad de los arquitectos por desarrollar soluciones urbanas capaces de adaptarse a los cambios y al crecimiento continuo.

La noción de STEM, como se observa en las reflexiones sobre las calles de la medina de Marrakech o cualquier ciudad árabe del norte de África, ofrece una interesante perspectiva sobre la hibridación de funciones en el tejido urbano. En estas ciudades, las funciones comerciales, entre otras, ya no se concentran en un centro, sino que se distribuyen a lo largo de un eje que atraviesa toda la ciudad. Esta distribución de funciones crea espacios de interés en cada punto, lo que remite a una idea de urbanismo flexible, donde las ciudades se estructuran como entidades dinámicas, en las cuales las funciones y espacios no son estáticos sino que se transforman con el tiempo.

Este enfoque resuena con ciertos aspectos de la evolución de los proyectos arquitectónicos a lo largo del tiempo. El ejemplo de la ciudad de Toulouse-Lemirel, construida bajo principios similares al de STEM, demuestra las complejidades de tales propuestas, pues a pesar de su visión innovadora, la aplicación de estos principios no ha tenido los resultados esperados. Parte de la ciudad fue demolida y se ha transformado en un suburbio problemático, lo que pone en evidencia las limitaciones de esta visión cuando se enfrenta a la realidad de la gestión urbana a largo plazo.

Un ejemplo que representa este desarrollo es la reunión de Royamont, donde se retomó y profundizó en la cuestión de la infraestructura urbana. Allí, los Smithson continuaron con su estudio sobre la movilidad, utilizando las vías de circulación, como las de Londres y Ámsterdam, como elementos fundamentales para dar forma a la ciudad. Los canales de Ámsterdam, por ejemplo, son percibidos como los que realmente estructuran y dan identidad a la ciudad. La reflexión sobre la movilidad se extiende en esta reunión, donde Candilis y Woods exploran aún más la idea del STEM con un enfoque que se podría definir como “estructuralista”, empleando la metáfora del árbol para explicar la organización de una universidad, con un tronco central que representa una zona peatonal y servicios, mientras que las ramas crecen conforme se van necesitando nuevos edificios y espacios.

Este modelo de ciudad flexible, basado en el cambio y crecimiento constante, entró en conflicto con la postura de Van Eyck, quien rechazaba la idea de una arquitectura completamente adaptable. Para Van Eyck, un edificio no puede ser un “guante” que se adapta a todas las manos, pues, en su opinión, un espacio diseñado para todo nunca será adecuado para nada en específico. Frente a la visión flexible de los arquitectos del Team STEM, Van Eyck defendía una arquitectura más estructurada, donde el espacio, tanto interior como exterior, debía estar articulado bajo principios formales específicos, y donde cada espacio tenía una función definida y no estaba destinado a ser todo para todos.

En su propuesta de “disciplina configurativa”, Van Eyck propuso una ciudad más articulada y coherente, donde los espacios no eran simplemente flexibles, sino que dependían unos de otros, creando una relación entre el interior y el exterior bajo un único principio formal. Esta propuesta de ciudad, como se observa en su trabajo en el orfanato de Ámsterdam, reflejaba una visión más fija y menos susceptible al cambio aleatorio. Para Van Eyck, el orfanato mismo, aunque con un tronco interior que podía albergar diversos usos, seguía siendo un edificio con una identidad clara y no una estructura que pudiera ser constantemente transformada según necesidades cambiantes.

Este contraste entre las visiones de los arquitectos del Team STEM y Van Eyck resalta una tensión fundamental en la evolución del pensamiento arquitectónico: la flexibilidad y la adaptabilidad frente a la necesidad de una estructura más estable y coherente. Mientras algunos abogaban por una ciudad en constante cambio, otros defendían una arquitectura más definida, donde cada espacio tiene una función y un propósito claro, más allá de la flexibilidad de los usos. Este debate refleja la evolución del pensamiento urbano y arquitectónico, mostrando cómo los proyectos de diferentes arquitectos se influencian mutuamente y cómo las ideas se desarrollan y transforman con el tiempo.

El proyecto de Van Eyck, centrado en la Casa para los Niños Huérfanos de Ámsterdam, presenta un enfoque arquitectónico que subraya su preocupación por desarrollar una forma del lugar adecuada para la segunda mitad del siglo XX. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Van Eyck incide en temas que otros no consideran con la misma profundidad, como su lectura intensiva de textos antropológicos. Este interés lo lleva a una comprensión más compleja de la arquitectura, buscando integrar el espacio con las necesidades sociales y culturales de la época.

Uno de los aspectos más reveladores de la obra de Van Eyck es su reflexión sobre la morfología y la interacción entre la arquitectura y la comunidad. Esta reflexión se ve ejemplificada en el proyecto Noah’s Ark de su discípulo Piet Blom, presentado durante un Congreso que suscitó duras críticas, particularmente de los Smithson y Woods. Estos lo acusaron incluso de proponer un planteamiento fascista, un calificativo cargado de una fuerte carga emocional e histórica, especialmente en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, cuando el fascismo era un término que evocaba recuerdos traumáticos de la persecución y exterminio de millones de personas.

Sin embargo, esta crítica, aunque severa, se basaba en una interpretación errónea del proyecto de Blom. Los Smithson pensaron que la forma urbana propuesta, que recordaba a una esvástica, representaba una estructura fija e inmutable. No obstante, Blom había ideado una estructura flexible, un principio estructural que podría adaptarse y permitir diversas configuraciones. Esta distorsión en la interpretación revela cómo las ideologías y las percepciones sociales pueden influir en el juicio sobre proyectos arquitectónicos innovadores.

A pesar de la incomodidad que generó en él, Van Eyck, al enfrentarse a esta crítica, progresivamente abandonó la disciplina configurativa que inicialmente defendía. No obstante, su enfoque sigue siendo relevante al comparar su proyecto con el de otros arquitectos de la misma época. En el caso del proyecto de Van Eyck para el Buis Lotermeer, se observa una diferencia notable en la forma de articular los espacios. Mientras que Baquema adopta el concepto del “grupo visual”, en el trabajo de Van Eyck la hibridación de espacios interiores y exteriores se manifiesta de manera más fuerte, integrando zonas de encuentro a lo largo de la actuación urbana.

Este contraste es evidente y plantea una reflexión sobre cómo la organización de la ciudad puede influir en la experiencia de los habitantes. Baquema, al igual que otros en la época, busca una claridad laberíntica, un concepto desarrollado por Van Eyck que reconoce la complejidad inicial de una ciudad como Venecia, que al principio parece un caos, pero cuyo orden se revela a través de la experiencia repetida. Esta claridad emergente de la repetición es un intento de fusionar lo aparentemente desordenado con una estructura que, una vez comprendida, se vuelve intuitiva.

La crítica a Blom y su vinculación al concepto de la “esvástica” llevó, irónicamente, a la apertura de nuevas avenidas en la obra de los Smithson, Candilis y Woods. En 1962, Sandra Woods introduce el concepto de “web” o red, proponiendo una serie de ejes ortogonales que se extienden a lo largo del espacio, en lugar de un único eje lineal. Esta propuesta se aleja de la idea del stem, desarrollando un sistema de circulación que se organiza en torno a una malla flexible que ofrece una mayor adaptabilidad. La conexión entre estas propuestas no es directa, pero claramente hay una evolución de un modelo de eje hacia uno más interconectado, similar en esencia a la búsqueda de claridad en la complejidad que Van Eyck defendía.

Frampton observa que la red propuesta por Woods es una respuesta al concepto de claridad laberíntica de Van Eyck, aunque las aplicaciones de ambos conceptos sean distintas. Un ejemplo claro de la implementación de la idea de Woods es su propuesta para la reconstrucción de Frankfurt en 1963, donde la red ortogonal ocupa el vacío dejado por los bombardeos de la guerra, creando una red de circulación que integra tanto los edificios existentes como los nuevos, evocando una estructura similar a la de los espacios urbanos norteafricanos, donde patios y espacios cubiertos o descubiertos se distribuyen dentro de una red de comunicación fluida.

Finalmente, la obra de Woods da lugar a la construcción de la Universidad Libre de Berlín, que es un ejemplo tangible de la “web” aplicada, y aunque no se puede analizar exhaustivamente aquí, constituye una referencia crucial en el desarrollo de estos conceptos arquitectónicos. El análisis de estos proyectos revela cómo las críticas iniciales, aunque duras, impulsaron la evolución del pensamiento arquitectónico, y cómo la flexibilidad, la adaptabilidad y la interconexión se convirtieron en elementos clave en el diseño urbano de mediados del siglo XX.

En 1974, Alison Smithson introduce el concepto de “mat building”, término que acuña para describir una nueva forma de concebir los edificios. La idea de “mat” proviene de la noción de alfombra o tejido, sugiriendo una estructura en la que se intercalan espacios construidos con espacios libres. Este tipo de edificación se caracteriza por un principio general de organización que ordena el conjunto, pero al mismo tiempo permite una flexibilidad considerable, dando espacio al crecimiento, el cambio y la espontaneidad en el proceso constructivo. El texto en el que Smithson presenta esta noción se titula Cómo leer y reconocer un mat building, y es un texto fundamental que, en su traducción al castellano, se encuentra disponible para su consulta.

La noción de mat building representa una de las pocas conclusiones colectivas del Team 10, aunque no todos sus miembros necesariamente estuvieran de acuerdo con este enfoque. No obstante, el concepto se puede ver como una manifestación del crecimiento colectivo del grupo, reflejando cómo los diferentes arquitectos se inspiraban mutuamente, continuando y modificando las ideas de sus colegas, en una especie de proceso continuo de avance y retroalimentación. Esta idea destaca un aspecto clave de la evolución del movimiento: la cooperación y el intercambio de ideas, lo que se traduce en una forma de trabajo que favorece la adaptabilidad y la transformación en el tiempo.

Al revisar las características del Team 10, se puede identificar una serie de principios recurrentes que constituyen una visión alternativa al urbanismo moderno y sus postulados. Estos incluyen, por un lado, un interés por el cambio y el crecimiento tanto de las ciudades como de los edificios, y por otro, un enfoque de valoración del contexto existente. Además, se observa una adopción de referencias culturales no occidentales, una profunda atención a las necesidades humanas en sus dimensiones físicas, espirituales y psicológicas, así como una experimentación con nuevas formas urbanas y arquitectónicas. Finalmente, el rechazo a la separación rígida de funciones, una característica fundamental del urbanismo moderno, constituye otra de las premisas que subyace en la obra del Team 10. Entre los arquitectos más representativos de este grupo se encuentran Van Eyck, los Smithson, Koderk, Erskine y Giancarlo de Carlo, cuyos trabajos destacan por su enfoque integral y humanista.

El Team 10 Primer, un documento clave que presenta estos principios, tiene una traducción al castellano titulada Manual del Team 10, en la cual se expone de forma detallada la trayectoria y las obras que definieron al grupo. En este contexto, el Team 10 se distanció de las formas blancas y perfeccionistas de la arquitectura moderna inicial, adoptando en su lugar intervenciones que no solo respondían al contexto físico, sino que también tenían en cuenta las necesidades de los habitantes y su relación con el entorno construido. Es evidente que las obras del Team 10 se alejan de la rigidez formal de los primeros arquitectos modernos, apuntando a una arquitectura más flexible y sensible a las realidades sociales.

El trabajo de Giancarlo de Carlo, por ejemplo, refleja esta tendencia. Su enfoque participativo en el diseño de viviendas, como en su proyecto de viviendas en hilera con un eje interior verde, representó una de las primeras aplicaciones de la idea de participación ciudadana en la arquitectura. Este proceso no solo involucró a los habitantes en la construcción y definición de los tipos de viviendas, sino que también fomentó un sentido de pertenencia y de integración social, elementos que eran ajenos a las propuestas modernas de la época.

El enfoque del Team 10 se opuso de forma decidida a la concepción economicista y funcionalista de la arquitectura predominante en la modernidad. En sus debates, se cuestionó por qué la vivienda debía ser lo más barata posible, en lugar de priorizar otros aspectos como el confort, la espacialidad y la calidad de vida. En un texto escrito por De Carlo en 1968, se refleja esta crítica a la visión utilitarista y a la reducción de la arquitectura a un simple producto económico, algo que, según los miembros del Team 10, no solo deshumanizaba la construcción, sino que también estaba enraizado en una política económica que favorecía la especulación y la ineficiencia.

En resumen, el pensamiento del Team 10 no solo introdujo una ruptura con los principios de la arquitectura moderna, sino que también trazó el camino para una reflexión más profunda sobre el papel de la arquitectura en la sociedad, sus implicaciones culturales y sociales, y su capacidad para transformar las condiciones de vida de las personas. La crítica a la “vivienda barata” y la insistencia en un diseño que considerara las necesidades humanas más allá de las económicas sigue siendo relevante en el debate contemporáneo sobre la arquitectura y el urbanismo.

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