Un sistema de signos diseñados debe ser la fiesta del intelecto.
Halago para los sentidos, celebración lúdica, rito racional y sensual, sensible e inteligible, catedral de las mentes y las almas.
Paúl Valery
Cuando pensamos en la tradición oral como la forma que durante miles de años, incluyendo los actuales, ha sido utilizada por la humanidad como memoria y vehiculo para la conservación y transmisión del conocimiento tendemos a perder de vista la complejidad de su conformación, ¿a qué nos referiremos con tradición oral? ¿a las palabras que escuchamos ? ¿a las imágenes mentales que adquieren formas visuales en nuestro cerebro? ¿a ese cúmulo de sensaciones corporales que desencadena un relato? ¿a los aromas y sabores que sin estar ahí, se gozan? ¿a los cadenciosos movimientos de las manos maternas señalándonos hacia algún lugar, o reproduciendo en el espacio el movimiento del mar, la forma de un ave o el color de una dulce fruta?
Tradición oral no es solo las palabras que describen y dan cualidades a las historias, la tradición oral está llena de otros lenguajes no solamente verbales. La entonación, el énfasis, el volumen de la voz con la que se dibuja lo imaginado, los gestos de la cara, el ritmo de la respiración, los movimientos corporales, la luz de la habitación, el sillón desde donde se proyecta la voz, la hora del día, quién es el o la que obsequia la historia, quien escucha, para qué se cuenta, para qué se escucha…
La tradición oral se conforma también de los consejos paternos, las vivencias en fraternidad, las revelaciones de la amistad, la coexistencia, la lealtad y los pactos de amor eterno.
Por tradición oral aprendimos a leer y escribir, aprendimos a imaginar y a hacer de esas imágenes realidades tangibles representadas por signos verbales.
Al aprender a leer y escribir, a través de las virtudes de la tradición oral y la inteligencia visual, nos apropiamos de los dones de la lectura y de la escritura: registrar, describir, guiar, nombrar, evocar, relacionar, visualizar y compartir.
La memoria, la nuestra, podrá dialogar con otras memorias, en otros tiempos, en otros lugares, con otros seres, con otras circunstancias, otras realidades, y también, por qué no, con versiones de nosotros mismos.
Será leer y escribir un medio, será un instrumento de conocimiento, de autoconocimiento, de auto afirmación, de proyección, de comunión, de convivencia, de existencia, de trascendencia.
El ser se descubrió a sí mismo al marcar sus propio cuerpo con signos, con motivos, colores y texturas con los que podía vestirse de pensamientos para dialogar con lo sagrado, al igual que podía reflejarse en los muros de las cuevas. Estampar sus manos para conformar siluetas de animales, cursos de ríos, senderos y lugares de recolección y recordar los prodigios de la vida.
Posiblemente así fue la prehistoria de la lectura y de la escritura. Mucho antes de la palabra, antes de la letra, la humanidad creó sus formas de relacionarse, de comunicarse, sus sistemas y lenguajes, que aún ahora representan seductores misterios que ávidamente queremos comprender.
La creación de la palabra, de un sonido articulado que represente un algo de la realidad no era suficiente para una humanidad acostumbrada por siglos a dejar constancia de su ser en el mundo. El sonido necesitó de una forma visual que continuara con la tradición testimonial. Así surgieron los petroglifos y las demás formas y soportes de representación, la palabra demandó su presencia visible y así se generó la escritura
Las distintas escrituras han requerido de varios instrumentos y soportes como cuñas, navajas, tizas, pinceles, cañas, plumillas, puntas, relieves, moldes, mascarillas, sellos, barro, piedra, cuero, papiro, pergamino, papel, estos sustratos, instrumentos y tecnologías es lo que ha determinado la fisonomía de los signos, como las cuñas que dan el nombre a la escritura cuneiforme, los “estilos” o puntas que posibilitaron el juegos de los rasgos gruesos y delgados combinando las líneas curvas con las rectas en los alfabetos romanos, la dinámica elegancia de las letras árabes y unciales caracterizada por el desplazamiento ágil de las plumillas.
Cada uno de estos instrumentos requería de una especial destreza manual que hiciera posible el dominio de los trazos. Por eso, escribir (registrar, grabar sonidos con signos) era un oficio que se aprendía y se dominaba mediante la disciplina, y que gozaba de reconocimiento social, como son los casos de los escribas, los evangelistas, los amanuenses, los tlacuilos, los pintores, los tipógrafos.
En la actualidad, la electrónica y la informática han hecho posibles la creación de interfaces que multiplican las alternativas formales y conceptuales para la tipografía. Nos queda mucho por explorar y conocer, tenemos el reto de generar con estos instrumentos otras formas otros multimedios que propicien la comunicabilidad del conocimiento.
El Museo Virtual Sema-Morfogénesis es un sistema de interfaces cognitivas que tiene como misión propiciar la continuidad y expansión del arte de la Tipografía.
Roberto Real de León – Julia Vargas Rubio – Marco Antonio Flores Enríquez
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